LO QUE NOS QUITARON



Riolama Fernández

En estos momentos uno se da cuenta de lo absurda que es la especie animal a la que pertenece.
Albert Einstein.

Los acontecimientos de la Primera Guerra Mundial empujaron a Albert Einstein a sentir desprecio por la violencia, la agresión y la injusticia. Por lo que fue un pacifista convencido. En 1914, noventa y tres prominentes intelectuales alemanes firmaron el «Manifiesto para el Mundo Civilizado» que Einstein se negó a firmar, exclamando:

Es increíble lo que Europa ha desatado con esta locura...
En estos momentos uno se da cuenta de lo absurda que es la especie animal a la que pertenece.

Posteriormente, con el auge del movimiento nacional-socialista en Alemania, Einstein deja su país y decide residir en Estados Unidos.

Einstein nos brinda una buena perspectiva de cómo el acontecer político termina limitando nuestra visión del mundo. Saliendo de la primera guerra mundial y entrando en la segunda, él nos enseñó a mirar las estrellas y más allá del universo, mostrándonos otras cosas, que siempre nos han rodeado pero que nuestra mediocre cotidianidad nos impide detenernos a apreciar.

Hace unos días le dije a un joven estudiante universitario de 24 años de edad, luego de una de las tantas protestas que hemos realizado en Venezuela en contra de la dictadura: “Cuando tenía tu edad, mi mayor preocupación era buscar en el mapa que playa no conocía para irla a conocer”. Luego de ese comentario, he reflexionado mucho sobre lo que este gobierno nos ha quitado. Si, a los 24 años ya tenía un título universitario, tenía un sueldo con el que vivía bien, mejor de lo que vivo ahora, viajaba todo el año, iba al cine varias veces por semana, comía en la calle casi a diario, viajaba en avión para cualquier parte y siempre tenía dinero en mi cuenta. Nunca fui rica, pero con toda seguridad lo era mucho más que ahora que tengo un mejor trabajo y estoy más vieja.

Cuando era jovencita me divertía en el laboratorio de genética aislando ADN mitocondrial, una década antes de que clonaran la oveja Dolly y lo hacía aquí en Venezuela en Cumana en la UDO, allí mismo, en el Instituto Oceanográfico se hacían los análisis físico-químicos para nuestra industria petrolera, que nos apoyaba con financiar nuestras investigaciones. El IVIC hacia nuestras medicinas y realizaba curas contra el cáncer y todo el país estaba minado de centros de investigación de todo tipo para preservar y aprovechar nuestra biodiversidad, centros que hoy la mayoría han cerrado por falta de financiamiento o por decreto presidencial. Mas allá, han suprimido al ente rector de la política ambiental del país, el otrora Ministerio del Ambiente, pionero a nivel mundial,  para convertirlo en un vulgar adefesio llamado Ministerio Ecosocialista, quitándole todas las competencias de gestión ambiental nacional para convertirlo en un ente politiquero comunitario, que además le han desmantelado toda su infraestructura y logística que le impide realizar cualquier función decente.

Este gobierno nos ha quitado nuestras reservas auríferas y diamantíferas,  y se las ha entregado a los rusos y a los chinos y a cuanto extranjero con maletín que se ha aparecido, al igual que nuestras industrias de hierro y aluminio y hasta la Faja Petrolífera del Orinoco. Ha dejado que invadan nuestro territorio Esequibo y realicen exploraciones petroleras allí y que diezmen nuestras zonas selváticas y boscosas con extracciones ilegales de madera y biodiversidad.

Este gobierno ha desmantelado nuestro sistema de salud y lo ha vulgarizado poniéndolo en manos de fisiatras y deportistas cubanos. Ha socavado nuestro sistema educativo no solamente vulnerando los derechos contractuales de los educadores sino distorsionando nuestra historia y los pensum de estudios y sus contenidos programáticos.

Este gobierno se ha apoderado de la mayor parte de nuestras empresas productivas mediante un régimen de expropiaciones que lo que ha hecho es acabarlas y volverlas improductivas, eliminando empleos dignos y sometiéndonos a un régimen inflacionario al vernos obligados a importar lo que antes producíamos.

Este gobierno nos ha robado la paz y la seguridad de poder transitar libremente por nuestras calles y avenidas, el aumento de la delincuencia y de los robos nos ha vuelto completamente vulnerables, asustadizos y encerrados.

Este gobierno nos ha robado nuestro derecho a gozar de servicios públicos eficientes, el agua, la luz, la telefonía, el Internet, el gas, no funcionan ni se nos garantiza de manera adecuada. Las calles tienen huecos, nuestros árboles son talados porque enferman por no hacerles mantenimiento. La basura no se recoge. Todo el país se ha convertido en un caótico basurero.

En medio de este caos de país que nos está tocando vivir, casi no hay espacio para el arte, la ciencia y la cultura. Elevar nuestra mente y nuestro espíritu se hace difícil. Publicar nuestros libros es un sueño irrealizable, donde las editoriales solamente publican panfletos gobierneros a pseudoescritores. Hacer ciencia en una Venezuela con dólar paralelo es misión imposible por lo caro de los reactivos, no hay real para eso, y arte, arte solamente para amenizar los actos políticos del gobierno que solamente contrata a sus artistas afectos.

Nos quitaron nuestro derecho al libre esparcimiento y la recreación, ir a un cine o comerse un helado ahora es un lujo imposible de costear. Andar en taxi es impagable y el transporte público es de lo peor.

Este gobierno se apoderó de los medios de comunicación, instaura la autocensura y coarta la libertad de expresión, persigue, amedrenta e inhabilita políticos; y agrede, encarcela y asesina manifestantes, estudiantes y hasta a religiosos.

Lo más perverso es que este gobierno nos ha quitado lo más elemental para un venezolano, nos ha quitado la arepa de la mesa, y por si fuera poco nos ha quitado la democracia y la libertad.

Uno quiere, yo quisiera elevar mi mente y mi espíritu sobre estos sucesos reales. Rezar, meditar, marchar, protestar, escribir no me parece suficiente. Quisiera ver  las estrellas como Einstein, interpretar la naturaleza,  ver el mar y permanecer en la selva sin miedo a los tigres y culebras, a quienes jamás he temido, pero si le temo a la delincuencia inserta en los lugares más recónditos de nuestro hermoso país.

Comencé con Einstein y termino con él.

Mi religión consiste en una humilde admiración del ilimitado espíritu superior que se revela en los más pequeños detalles que podemos percibir con nuestra frágil y débil mente.

La más bella y profunda emoción que nos es dado sentir es la sensación de lo místico. Ella es la que genera toda verdadera ciencia. El hombre que desconoce esa emoción, que es incapaz de maravillarse y sentir el encanto y el asombro, está prácticamente muerto. Saber que aquello que para nosotros es impenetrable realmente existe, que se manifiesta como la más alta sabiduría y la más radiante belleza, sobre la cual nuestras embotadas facultades solo pueden comprender en sus formas más primitivas. Ese conocimiento, esa sensación, es la verdadera religión.


Albert Einstein




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