Riolama
Fernández
Aristóteles llegó
a definir al ser humano como "animal político", es decir, el que
tiene vida social, el que vive en polis. La polis ateniense era una
ciudad-estado amurallada con independencia económica y separación de los
poderes públicos en poder ejecutivo, legislativo y judicial; se caracterizó por
la existencia de tres grupos: los ciudadanos (polites),
que disfrutaban de todos los derechos, los metecos «el que ha cambiado de “oikos», extranjeros sin derechos, pero libres; y
los esclavos, privados de libertad y que no
disponían de ningún derecho por haber cometido delitos. De la polis ateniense
proviene el concepto de ciudadanía: el que participa y ejerce todos sus
derechos con independencia tanto económica y política a la vez que los poderes
del estado también son independientes entre sí para garantizar la justicia y el
estado de derecho.
En Venezuela se ha perdido la ciudadanía en
tanto que se ha perdido el estado de derecho, la economía está sometida cada
vez a la dependencia del estado y el estado a su vez está sometido a las
exigencias extranjeras con quien ha comprometido la riqueza nacional. La
impunidad de los delitos cometidos por el estado se extienden a la impunidad de
los delitos cometidos por los ciudadanos, reinando la anarquía y un caos en lo
moral, en lo político, lo económico y lo social.
Ante la pérdida de los derechos, la única manera
posible de rescatarlos es ejerciendo esos derechos. Ser desobediente
a la injusticia es la única manera posible de hacer justicia. Los ciudadanos
venezolanos que nos acostumbramos a dejar los asuntos políticos en manos de
otros que si querían hacer política, no para fortalecer el estado-nación sino
para fortalecer sus apetencias personales y sus ansias de poder particulares,
hemos perdido y dado al traste con el ejercicio de la verdadera ciudadanía.
En este momento crucial y en todo momento: la
política es la mejor forma de ejercer la ciudadanía. En la medida que dejemos
de asumir nuestro compromiso político con la sociedad y lo dejemos en manos de
otros, seguiremos siendo gobernados por cualquiera con apetencia de poder, por
seres inescrupulosos que no se interesan por el bien común sino por el
bienestar propio. Asumir nuestra responsabilidad política es la única manera de
ser partícipes de la elaboración y forjamiento de nuestro propio destino como
sociedad. No debemos dejarlo en manos de los sátrapas, que es lo que
consuetudinariamente hemos venido haciendo. La iniciativa de tomar las riendas
de nuestra ciudadanía y hacer política a nuestro modo para dar ejemplo que la
política si puede ser honorable. Este sentir es lo que nos une e identifica a
un buen grupo de venezolanos que ante la crisis socio-política actual hemos
salido a la palestra pública a ejercer el arte de la retórica, el arte de
persuadir de lo justo y de lo injusto, de lo que es justo para la ciudadanía conforme
a los derechos que le son inherentes y están establecidos en el cuerpo
legislativo de la nación y lo injusto que ha sido el gobierno al despilfarrar
la mayor renta petrolera de la historia republicana de Venezuela y pretender
mantener su corruptela a expensas del sometimiento y animalización de la población,
al colocarla en situación de sobrevivencia, donde no le queda espacio al
pensamiento ni al discurrir de las ideas sino simplemente a la primaria búsqueda
de alimentos para la subsistencia básica de una vida primaria.
La política y la legislación son las ciencias que desde el punto de vista ético tienen el objetivo de educar y perfeccionar la sociedad, estas ciencias, en la historia de la humanidad, han sido usurpadas por la adulación. Es un hecho que la política ha perdido la retórica para ser sustituida por la adulación. En Venezuela la política ha perdido la retórica, en tanto que los que hacen política y ejercen cargos públicos, han perdido el arte de acusarse a sí mismos para ser sustituido por el desastre de la impunidad. Una política desprovista de moral puesta al servicio del interés más que particular, personal, bajo una hipócrita consigna socialista. Un estado donde los funcionarios públicos, militares y habitantes ven más deshonor en ser víctimas de una injusticia que en cometerla, donde los principios están más depreciados que la moneda y donde ser más fuerte y poderoso significa que se tiene más número de seguidores y no que se es más íntegro moralmente.
La política y la legislación son las ciencias que desde el punto de vista ético tienen el objetivo de educar y perfeccionar la sociedad, estas ciencias, en la historia de la humanidad, han sido usurpadas por la adulación. Es un hecho que la política ha perdido la retórica para ser sustituida por la adulación. En Venezuela la política ha perdido la retórica, en tanto que los que hacen política y ejercen cargos públicos, han perdido el arte de acusarse a sí mismos para ser sustituido por el desastre de la impunidad. Una política desprovista de moral puesta al servicio del interés más que particular, personal, bajo una hipócrita consigna socialista. Un estado donde los funcionarios públicos, militares y habitantes ven más deshonor en ser víctimas de una injusticia que en cometerla, donde los principios están más depreciados que la moneda y donde ser más fuerte y poderoso significa que se tiene más número de seguidores y no que se es más íntegro moralmente.
El nuevo político deberá ser el hombre que
siendo más íntegro en lo moral logre mayor número de seguidores con el
ejercicio pleno de la retórica, que esos seguidores sean mas bien acompañantes,
luego de haber discernido sobre lo justo y lo injusto; que tengan la conciencia,
la preparación y el mérito para tomar las riendas de la nación, y que la fortaleza
no resida solamente en el número de seguidores sino también en la capacidad de
no caer en la tentación de ser adulado.
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