EL BARROCO, UN ARTE CATOLICO




Durante las últimas décadas los historiadores, sociólogos y filósofos se han dado a la tarea de estudiar las influencias negativas que la Iglesia Católica ha tenido en la sociedad a lo largo de la historia, describiendo las relaciones de poder Iglesia-Estado, que ha ejercido influencia, dominación, transculturización, enriquecimiento y hasta barbarie. Tales estudios, análisis y razonamientos han sido tan bien argumentados y a veces tan bien fundamentados, que han traído como consecuencia el surgimiento del ateísmo, al punto que el ateísmo está más relacionado con una clara oposición a la Iglesia católica que a cualquier otra religión.



En el medio intelectual, son sobrados y cotidianos los argumentos, muchos de ellos válidos y aceptables desde el punto de vista de la razón, que causan un rechazo hacia la Iglesia, especialmente aquellos referidos a su riqueza y poder material. No obstante, una visión más profunda de esta situación, nos hace pensar e intentar profundizar en la mayor riqueza y poder real que tiene la Iglesia Católica, me refiero, claro, a su riqueza y poder espiritual.


Vale preguntarse ¿Acaso es casual el uso de tanto intelecto y racionalidad para destacar los errores de la Iglesia, al punto de obviar e ignorar descaradamente el magno Bien que su sola existencia, dentro de todos los males del mundo, ha implicado en todas las épocas históricas, e implica, en la humanidad, desde el mismo día de Pentecostés?


Desde mi humilde posición de laica, me dispongo a emitir un simple flash acerca de un hecho histórico y cultural, que muestra como el Espíritu Santo se mueve entre los hombres, inmersos entre sus males sociales, para siempre salvar, a pesar de todos los avatares,  a la Iglesia Católica.


Este flash o paseo a grandes rasgos sobre el legado católico en el arte y en la vida, lo hago a petición de mi hermana Aror con quien comparto, entre tantas cosas, nuestro amor por Jesucristo y el barroco, aunque el legado católico abarca todos los ámbitos y todas la épocas.


La Reforma protestante, o simplemente la Reforma, es un movimiento religioso cristiano iniciado en Alemania en el siglo XVI, que llevó a un cisma de la Iglesia Católica para dar origen a varias iglesias y organizaciones agrupadas bajo la denominación de  protestantismo. Tuvo su origen en las críticas y propuestas con las que diversos religiosos, pensadores y políticos europeos buscaron provocar un cambio en los usos y costumbres de la Iglesia católica, especialmente con respecto a la autoridad del papa sobre toda la cristiandad. También las críticas a la corrupción reinante en diversos estratos eclesiásticos de la época, dio lugar a la Reforma Protestante.


En ese entorno, el rey de Inglaterra Enrique VIII se enamora de Ana Bolena y pretende casarse con ella pero no puede porque ya estaba casado con Catalina de Aragón, por lo que solicita al papa la anulación del matrimonio, que le fue negada, determinando su ruptura con la Iglesia católica romana, no por aceptar o compartir las ideas reformadoras de Lutero u otros protestantes, sino por decisión netamente personalista, se erige entonces cabeza de la Iglesia de Inglaterra y nace la Iglesia Anglicana, disuelve los  monasterios y une Inglaterra con Gales. Este hecho político y de faldas, aunado al avance del protestantismo por toda Europa hizo que la Iglesia católica cayera en una crisis dogmática, que la llevó a reinventarse, utilizando al arte como vehículo para atraer a los fieles a la Iglesia.


Esta decisión histórica de la Iglesia Católica ocurre durante el Concilio de Trento (1545-1563) que se celebró para contrarrestar el avance del protestantismo y consolidar el culto católico en los países donde aún prevalecía, sentando las bases del dogma católico (sacerdocio sacramental, celibato, culto a la Virgen y los santos, uso litúrgico del latín) y creando nuevos instrumentos de comunicación y expansión de la fe. El efecto preponderante de la Contrarreforma  fue la consolidación de la figura del papa, cuyo poder salió reforzado, y que se tradujo en un ambicioso programa de ampliación y renovación urbanística de Roma, especialmente de sus iglesias, con especial énfasis en la Basílica de San Pedro y sus alrededores.


De esa manera, surge, se promueve y toma auge el arte barroco llegando a su máxima expresión el bien denominado Siglo de Oro. El Barroco es el arte como medio de fe, un medio de carácter popular, accesible e inteligible. El arte utilizado por la Iglesia católica como medio propagandístico para la difusión de la Contrarreforma.


La Iglesia fue el mayor propiciador y patrocinador artístico de la época, y utilizó el arte como medio de difusión religiosa. Cualquier medio de expresión artístico debía ser principalmente didáctico y seductor, debía llegar fácilmente al público y entusiasmarle, hacerle comulgar con el mensaje que transmitía.


La Iglesia quería transmitir su mensaje contrarreformista, pero también las monarquías vieron en el arte una forma de magnificar su imagen y mostrar su poder, a través de obras monumentales y pomposas que transmitieran una imagen de grandeza y ayudaran a consolidar el poder centralista del monarca, reafirmando su autoridad. De allí el arte barroco surge pese a la crisis económica, floreció gracias al mecenazgo eclesiástico y aristocrático.


El arte Barroco fue una cultura de la imagen, donde todas las artes confluyeron para crear una obra de arte total. La arquitectura, la escultura, la pintura, la música, la danza, el teatro, conforman una estética, una puesta en escena, que manifiesta el esplendor de la Iglesia y también del Estado. Del esplendor de su época imperial y de la belleza de sus iglesias, Europa todavía vive, ya que su principal fuente de ingreso lo constituye el turismo, incluso Europa del Este, que se proclama socialista y atea. El arte Barroco ha trascendido todas las épocas e ideologías, todavía seduce, maravilla y fascina.


El Barroco plasmó una concepción dinámica de la naturaleza y el espacio, su carácter ornamental, artificioso y recargado da un sentido vital transitorio, relacionado con el valor efímero de las riquezas frente a la inevitabilidad de la muerte. Este sentimiento llevó a valorar de forma vital la fugacidad del instante, a disfrutar de los leves momentos de esparcimiento que otorga la vida, o de las celebraciones y actos solemnes. Así, los nacimientos, bodas, defunciones, actos religiosos, o las coronaciones reales y demás actos lúdicos o ceremoniales, se revestían de una pompa y una artificiosidad de carácter escenográfico, donde se elaboraban grandes montajes que aglutinaban arquitectura y decorados para proporcionar una magnificencia elocuente a cualquier celebración, que se convertía en un espectáculo, donde cobraba especial relevancia el elemento ilusorio, la atenuación de la frontera entre realidad y fantasía.

El arte barroco, llamado así en forma peyorativa por considerarse en principio superficial,  recargado, decorativo y ornamentado, es la búsqueda de la exaltación de la belleza haciendo uso de la ilusión, de los efectos ópticos; por destacar la belleza, buscó nuevas vías de expresión y cobró relevancia lo asombroso y los efectos sorprendentes. Surgieron nuevos conceptos estéticos como los de «ingenio», «perspicacia» o «agudeza». En la conducta personal se destacaba sobre todo el aspecto exterior, de forma que reflejara una actitud altiva, elegante, refinada un tanto exagerada que cobró el nombre de préciosité y que hoy todavía constituye una característica de ciertos artistas.

Una consecuencia del Barroco y/o de la Iglesia Católica, fue el nacimiento de la Academia y la proliferación de las academias de arte, como instituciones encargadas de preservar el arte como fenómeno cultural, de reglamentar su estudio y su conservación, y de promocionarlo mediante exposiciones y concursos.

El arte barroco se manifiesta como la revelación de Cristo en medio del caos y la crisis de la iglesia católica. Las más representativas obras del barroco albergan como tema a Jesucristo y tienen un fin litúrgico, a mi modo de ver su belleza no ha sido superada por ninguna otra corriente artística.


El Espíritu hace que las obras del hombre trasciendan sus intenciones terrenales, así ocurrió en el Barroco y así siempre ocurre en la Iglesia Católica. Como sucedió durante el Barroco, la historia está llena ejemplos, en los que el espíritu santo aborda el espíritu humano y salva a la Iglesia Católica, pues se salva a sí mismo(a), conforme a la economía trinitaria: Padre, Hijo, Espíritu Santo; Cristo-Hombre-Iglesia.




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