DIGNIDAD HUMANA







Riolama Fernández

La idea de dignidad personal tiene su origen en el cristianismo, particularmente forma parte esencial de la Doctrina Social de la Iglesia Católica, donde el hombre, al considerarse «creado a imagen y semejanza de Dios», se considera investido de dignidad, un sujeto libre y por lo tanto responsable de sus actos.

Los conceptos de libertad y responsabilidad tambien aparecen indisolublemente unidos al de dignidad y ocupan un lugar central en la teología cristiana. 

El reconocimiento jurídico de la dignidad personal no se produjo hasta pasada la Segunda Guerra Mundial, con la Declaración Universal de Derechos Humanos aprobada en 1948. El despojo sufrido por la población judía durante la guerra, avivaron el reconocimiento individual en las víctimas de la existencia de algo que no les podían robar: la libertad interior. Este reconocimiento, experimentado por numerosas personas, generó tras la guerra un movimiento social a favor del reconocimiento jurídico de la idea de dignidad, con la esperanza de que episodios como los sufridos no volvieran a repetirse. La Declaración Universal de Derechos Humanos invoca en su Preámbulo la «dignidad intrínseca de todos los miembros de la familia humana», para luego afirmar que «todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos».

El reconocimiento jurídico de la dignidad humana a la vez hace al hombre sujeto y objeto de derechos tales como el derecho a unas condiciones de vida digna (alimento, vivienda, salud educación, entre otros), libertad de expresión, derecho al voto, derecho a la vida. Es público y notorio que estos derechos catalogados como fundamentales  e inherentes a la dignidad humana están siendo frecuentemente violados en Venezuela por el régimen de Nicolás Maduro, quien a través de los cuerpos armados del estado, asesina, persigue, amedrenta y arresta a sus adversarios políticos, y a quienes manifiestan en su contra y en contra de sus políticas que sumen al pueblo en la miseria y el hambre y los somete a una crisis de salud y de ineficiencia de servicios públicos que deterioran la calidad de vida, a la par que se violan los derechos a la libertad de expresión, el debido proceso y últimamente el derecho al voto.

No es un secreto como el Gobierno deshizo la realización del Referéndum Revocatorio y ahora pretende imponer una Asamblea Nacional Constituyente con unas condiciones comiciales viciadas, que lesionan la universalidad del voto y donde solamente pueden votar seleccionados sectores de la sociedad, que además podrán votar dos veces, violando el estamento constitucional y universal de un ciudadano un voto y además viola el principio constitucional que el poder constituyente originario reside en el pueblo. 

El derecho a la vida se viola cada vez que cae un estudiante o una persona muerta por balas disparadas por la Guardia Nacional, la Policía del Estado, por Colectivos armados o por la delincuencia.

El derecho a la alimentación y a la salud es palpablemente violado en los centros asistenciales donde es cada vez más evidente la falta de medicinas, el deterioro de los equipos médicos y de las instalaciones donde también fallan los servicios de agua potable, luz eléctrica, aires acondicionados, entre otros. Cada vez es más común ver en nuestras calles gente comiendo de la basura, mientras los medios de comunicación permanecen amordazados bajo amenazas de cuantiosas multas o el no otorgamiento de divisas para adquirir papel y equipos.

Estudiantes detenidos son mantenidos en condición de secuestrados en las cárceles, donde permanecen hacinados, sin agua y en condiciones infrahumanas y muchos son torturados, humillados y violados sus derechos a un proceso justo. Protestar se trata como un delito, mientras el régimen forja pruebas para amparar sus actos ilícitos.

Resulta sumamente lamentable que países del mundo permanezcan impávidos ante la violación de los derechos fundamentales que ocurre en Venezuela, que dejen a un pueblo desarmado luchando ante un régimen rapaz que se niega dejar el poder porque está amparado por el crimen organizado y por países hambrientos de nuestras riquezas naturales, donde está más que claro que el único delito cometido es el forjamiento de pruebas de parte del régimen y quienes deberían estar presos son quienes están violando nuestra constitución.

Ante todo esto, la Mesa de la Unidad Democrática anda en los barrios del país juramentando lo que llama Comités de Resistencia y de Defensa de la Democracia promoviendo un llamado un día y una hora aún no determinado, para que la gente salga a la calle simultáneamente a defender la democracia e impedir el fraude constituyente que pretende imponer el gobierno para eternizarse en el poder y convertir a Venezuela en un estado comunal. Veremos.





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